La Rubia Pincha

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LA RUBIA PINCHA
Triana: en uno de los distritos más antiguos de la Sevilla costumbrista, ahora reconvertido en Zona Cero de la pujante gentrificación, nació Elena Gato, tenaz periodista y DJ vocacional capaz de llevar al extremo los vicios propios de cualquier melómana empedernida.
No tardó mucho en colgarse los cascos, quedando atrapada desde la primera nota en ese tanque de exaltación emocional por el que se mueven todos los mixtapers de pro. A medio camino entre la precisión técnica y el egotrip propio de cualquier pinchadiscos, cuando Elena adopta el alias de La Rubia Pincha no solo se postula como una auténtica maestra de ceremonias.
Porque más allá de la invocación hedonista que inevitablemente se desata cuando se aposta frente a la mesa, lo de esta sevillana es una suerte de access all areas musical, un rosario de estilos contrapuestos con querencia por el pop, el rock y la electrónica más alternativa, pero sin hacer ascos a nuevos géneros, a priori difíciles de encajar dentro de la cultura de club más ortodoxa. Por sus sesiones pasa todo aquello conformado a partir de ritmos, loops, melodías y dinámicas sonoras, empezando por Germán Coppini o The Cure y acabando por LCD Soundsystem o Pony Bravo, de los que toma aquel lema que dice “lo único que quiero es montar una buena fiesta y que la gente se lo pase bien conmigo”.

A esto es a lo que juega La Rubia Pincha, a rescatar casi cinco décadas de música de baile para volver posicionarlas dentro de nuevos contextos, con la única intención de hacer un poco más feliz a su audiencia: garitos, fiestas, festivales, galerías de arte o hasta mítines políticos, ha paseado sus sesiones por citas como Interestelar, Cranc Illa de Menorca, Granada Sound, Oh See! Festival, Pop Caac, Electrolunch, Anfirock, Monkey Week, Orbitando, Icónica Sevilla Fest, Jameson Connects, … y es residente de la mítica Sala Holiday de Sevilla.
Un currículum que define perfectamente el talante militante de esta mujer todo terreno, acostumbrada a rastrear “aquel brillante ritmillo” que, de cuando en cuando, acaricia la memoria de nuestro Shazam interno.
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